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jueves, 5 de septiembre de 2013

La Leyenda del Delfín Rosado


Cuenta la leyenda que cierto día de celebración un extraño llegó al pueblo, un hombre de ojos como el cielo, cabellos dorados como el oro y tan blanco como la luna. Nadie se dio cuenta en qué momento llegó, solo lo encontraron como si habría aparecido de la nada. Aquel día era el cumpleaños número diecisiete de la hija del Curaca y el pueblo completo se preparaba para la noche de celebración; todos incluyendo el extraño de cabellos dorados. Para cuando la noche cayó, la luna hermosa se mostró en el firmamento iluminando cada rincón que se le permitía. Uno de los músicos allí presente inició la reunión al son de su quena, para luego ser seguido por el tambor. El curaca, su esposa y la muchacha celebrada ya se encontraban sentados observando las celebraciones. Los Jóvenes del pueblo se juntaron en un solo grupo. La hija del curaca al darse cuenta de ello, solicitó a su padre unirse a los muchachos y muchachas de su edad.

Al formar parte del grupo de jóvenes, la muchacha se puso a danzar al ritmo alegre de la quena y el tambor, sin darse cuenta que alguien la observaba. Luego de algunos saltos y pasos complicados se distrajo y chocó con el joven foráneo. Ambos se miraron fijamente sin siquiera parpadear, y la danza se convirtió en baile de pareja. El flechazo fue certero. Por una extraña razón la muchacha se sentía muy cómoda con aquel extraño, como si se conocieran de siempre. Con el pasar de las horas aquel extraño le confesó quien era y le recordó en qué momento se conocieron. La muchacha muy asustada exclamó: !No puedes ser aquel delfín rosado que salvé de los cazadores!,… ¿entonces eres un espíritu de la selva?

-Por favor no te asustes -dijo aquel extraño-. Sólo he venido a llevarte conmigo para que seas mi esposa.
-Lamento decirte que no puedo ir contigo -respondió la muchacha con tristeza.
-Yo lamento oir eso,… al menos déjame disfrutar de tu compañía esta noche.
-Esta noche es especial -dijo la muchacha-, así que disfrutémosla juntos.
Las horas pasaban y la mañana se aproximaba cual heraldo enviado a hacer justicia.
Aquel joven extraño pudo percatarse de que ya casi era de día y, recordó que,… si la luz de la mañana tocaba su piel, él perdería su forma humana. Al despedirse de la joven el curaca se dio cuenta de quien se trataba y gritó: ¡ES UN DEMONIO DEL BOSQUE!
Todos en el pueblo clavaron sus miradas en el extraño. La joven al darse cuenta de ello, lo tomó de la que aún eran sus manos y lo guió a toda marcha hacia el río.
-Se está robando a mi hija -exclamó la madre desesperada.
-¡Que no se la lleve! -gritó el curaca enfurecido-. Maten al demonio y traigan a mi hija.
Todos y cada uno de los hombres jóvenes y mayores fueron tras ellos, incluyendo al curaca.
Dardos volaban por el aire tratando de derribar al extraño personaje. Sin embargo la habilidad de la joven que lo guiaba hacía que ninguna cumpla su letal labor.
-Ya casi estamos cerca -exclamó la muchacha, sin darse cuenta que un padre desesperado; su propio padre lanzaría la que sería el arma de su verdugo.
La lanza rompió el viento e hirió de muerte a la joven muchacha. Todo quedó en silencio. El padre quedó petrificado.
El extraño vio como la muchacha a la que había venido a buscar se desplomaba amortiguada por el viento.
-Oh espíritu del viento, por qué no desviaste aquella lanza -dijo el extraño entre lágrimas de asombro y tristeza.
El espíritu le respondió: Tú sabes cómo salvarla.
Rápidamente el extraño la alzó y la llevó directo al río y,… frente a la vista de todos desaparecieron entre las aguas.

El curaca llegó a la orilla, miró a los lados y estaba completamente sólo. Todos los que fueron testigos de semejante acto huyeron despavoridos.

-Mi pequeña hija -dijo el curaca, cayendo de rodillas a la orilla del río-. Perdóname,…PERDÓNAME.
Minutos después llegó su esposa y rápidamente fue partícipe de lo ocurrido. Juntos pasaron el tiempo suficiente allí hasta que saliera el sol.

De repente a lo lejos un delfín rosado saltó frente a ellos, invitándolos a meterse un poco más en el agua. El curaca y su esposa acongojados accedieron a lo solicitado.
Un segundo delfín rosado saltó muy alto y ambos se quedaron sorprendidos. Aquel delfín se acercó a ellos en busca de cariño. 

El curaca y su esposa le frotaron en lomo y se dieron cuenta de que traía una marca en el lomo que al darse vuelta, también se mostraba en el pecho.
El curaca lloró desconsoladamente abrazando a la pequeña delfín rosado y le pidió perdón por lo que le hizo.

Desde aquel entonces la gente dejó de temer al delfín rosado a quien creían un demonio de la selva. 

Adaptación de una leyenda Loretana
Adaptado por: Italo Reätegui