Cuenta la leyenda que cierto día de celebración un
extraño llegó al pueblo, un hombre de ojos como el cielo, cabellos dorados como
el oro y tan blanco como la luna. Nadie se dio cuenta en qué momento llegó,
solo lo encontraron como si habría aparecido de la nada. Aquel día era el
cumpleaños número diecisiete de la hija del Curaca y el pueblo completo se
preparaba para la noche de celebración; todos incluyendo el extraño de cabellos
dorados. Para cuando la noche cayó, la luna hermosa se mostró en el firmamento
iluminando cada rincón que se le permitía. Uno de los músicos allí presente
inició la reunión al son de su quena, para luego ser seguido por el tambor. El
curaca, su esposa y la muchacha celebrada ya se encontraban sentados observando
las celebraciones. Los Jóvenes del pueblo se juntaron en un solo grupo. La hija
del curaca al darse cuenta de ello, solicitó a su padre unirse a los muchachos
y muchachas de su edad.
Al formar parte del grupo de jóvenes, la muchacha
se puso a danzar al ritmo alegre de la quena y el tambor, sin darse cuenta que
alguien la observaba. Luego de algunos saltos y pasos complicados se distrajo y
chocó con el joven foráneo. Ambos se miraron fijamente sin siquiera parpadear,
y la danza se convirtió en baile de pareja. El flechazo fue certero. Por una
extraña razón la muchacha se sentía muy cómoda con aquel extraño, como si se
conocieran de siempre. Con el pasar de las horas aquel extraño le confesó quien
era y le recordó en qué momento se conocieron. La muchacha muy asustada
exclamó: !No puedes ser aquel delfín rosado que salvé de los cazadores!,…
¿entonces eres un espíritu de la selva?
-Por favor no te asustes -dijo aquel extraño-. Sólo
he venido a llevarte conmigo para que seas mi esposa.
-Lamento decirte que no puedo ir contigo -respondió
la muchacha con tristeza.
-Yo lamento oir eso,… al menos déjame disfrutar de
tu compañía esta noche.
-Esta noche es especial -dijo la muchacha-, así que
disfrutémosla juntos.
Las horas pasaban y la mañana se aproximaba cual
heraldo enviado a hacer justicia.
Aquel joven extraño pudo percatarse de que ya casi
era de día y, recordó que,… si la luz de la mañana tocaba su piel, él perdería
su forma humana. Al despedirse de la joven el curaca se dio cuenta de quien se
trataba y gritó: ¡ES UN DEMONIO DEL BOSQUE!
Todos en el pueblo clavaron sus miradas en el
extraño. La joven al darse cuenta de ello, lo tomó de la que aún eran sus manos
y lo guió a toda marcha hacia el río.
-Se está robando a mi hija -exclamó la madre
desesperada.
-¡Que no se la lleve! -gritó el curaca enfurecido-.
Maten al demonio y traigan a mi hija.
Todos y cada uno de los hombres jóvenes y mayores
fueron tras ellos, incluyendo al curaca.
Dardos volaban por el aire tratando de derribar al
extraño personaje. Sin embargo la habilidad de la joven que lo guiaba hacía que
ninguna cumpla su letal labor.
-Ya casi estamos cerca -exclamó la muchacha, sin
darse cuenta que un padre desesperado; su propio padre lanzaría la que sería el
arma de su verdugo.
La lanza rompió el viento e hirió de muerte a la
joven muchacha. Todo quedó en silencio. El padre quedó petrificado.
El extraño vio como la muchacha a la que había venido
a buscar se desplomaba amortiguada por el viento.
-Oh espíritu del viento, por qué no desviaste
aquella lanza -dijo el extraño entre lágrimas de asombro y tristeza.
El espíritu le respondió: Tú sabes cómo salvarla.
Rápidamente el extraño la alzó y la llevó directo
al río y,… frente a la vista de todos desaparecieron entre las aguas.
El curaca llegó a la orilla, miró a los lados y
estaba completamente sólo. Todos los que fueron testigos de semejante acto
huyeron despavoridos.
-Mi pequeña hija -dijo el curaca, cayendo de
rodillas a la orilla del río-. Perdóname,…PERDÓNAME.
Minutos después llegó su esposa y rápidamente fue
partícipe de lo ocurrido. Juntos pasaron el tiempo suficiente allí hasta que
saliera el sol.
De repente a lo lejos un delfín rosado saltó frente
a ellos, invitándolos a meterse un poco más en el agua. El curaca y su esposa
acongojados accedieron a lo solicitado.
Un segundo delfín rosado saltó muy alto y ambos se
quedaron sorprendidos. Aquel delfín se acercó a ellos en busca de cariño.
El
curaca y su esposa le frotaron en lomo y se dieron cuenta de que traía una
marca en el lomo que al darse vuelta, también se mostraba en el pecho.
El curaca lloró desconsoladamente abrazando a la
pequeña delfín rosado y le pidió perdón por lo que le hizo.
Adaptación de una leyenda Loretana
Adaptado por: Italo Reätegui
Adaptado por: Italo Reätegui